
Durante los años 1989 y 1994, se ejecutó uno de los proyectos arqueológicos más importantes en el Valle de las pirámides, gracias al apoyo financiero del Museo Kontiki de Oslo Noruega, logrado mediante convenio con el Instituto Nacional de Cultura (INC), y promovido por el Dr. Thor Heyerdahl. Los resultados de esas investigaciones que se sucedieron por 5 años, se plasman en el Museo de Sitio Túcume. De allí en adelante el Museo, con el apoyo de entidades públicas y privadas, nacionales y extranjeras, ha ejecutado proyectos de investigación, básicamente dirigido al estudio de los materiales arqueológicos: cerámica, restos óseos (humanos y animales), vegetales, entre otros.
El interés por Túcume en el aspecto científico viene desde principios del siglo XX. Túcume es mencionado por Enrique Brüning en 1917 y 1923, luego es objeto de interés por arqueólogos norteamericanos que lo incluyen en sus descripciones de los sitios más importantes de la costa norte de Perú. Es el caso de Kroeber en 1926 -1930 y luego Bennett en 1939, Kosok en 1965, Schaedel en 1951, y finalmente Trimborn en 1969.
Este convenio, promovido por Thor Heyerdahl, desarrolló un proyecto de 5 años desde 1989 a 1994, que permitió un mayor conocimiento arqueológico de Túcume, la última gran capital del Reino Lambayeque y al mismo tiempo, gracias al concepto de desarrollo de los líderes del proyecto, es que se funda paralelamente en 1991
Un programa de desarrollo para la comunidad que lleva el nombre de Túcume Vivo, para diferenciarse del proyecto arqueológico. Un año después del inicio del programa de investigación científica, se inició el aporte del proyecto científico al desarrollo local, de apertura de la arqueología a la comunidad, heredera del patrimonio arqueológico.
Este proceso tuvo lugar entre los años 1989 a 1994, los momentos más críticos de la sociedad peruana de los últimos años: el terrorismo alcanzó sus picos destructivos más altos, la economía tenía como característica la hiperinflación y a todo esto se sumaba el tema de la crisis social cuya manifestación más impactante eran la epidemia del cólera, el rebrote de la tuberculosis, el desempleo y la delincuencia, lacras que asolaron el país de una manera nunca antes vista. En este contexto es que surgen estos dos proyectos; sin embargo, sin ser una iniciativa local, rápidamente lograron articularse a los organismos locales.
Si bien se desarrolló una metodología que promovió iniciativas de los propios pobladores, cuyas propuestas eran sometidos al criterio de un directorio integrado por personalidades locales que decidía finalmente que obras debían ser realizadas. Sin embargo, al decir de sus actuales directivos, este programa se inició con un sentido asistencialista (mejora de equipamiento en escuelas, postas médicas, mejora de sistemas de irrigación, dotación de servicios higiénicos para escuelas, dotación de pozos para agua del subsuelo para familias campesinas, y mejora del sistema de abastecimiento de agua potable para el pueblo de Túcume). Este enfoque ha cambiado y está tratando de promover talleres que permitan a los jóvenes de la comunidad aprender oficios que les permitan por si mismos generar trabajo y mejora en su nivel de vida.
Es necesario e interesante señalar que el proyecto arqueológico despertó desde su inicio, la suspicacia natural de la población que vio a gente extraña llegar a la comunidad y comenzar a excavar en los sitios arqueológicos, elementos fuertemente enraizados en las tradiciones rurales, más aun cuando eran centro de actividad de maestros curanderos que asumían al Cerro Purgatorio como un centro de energía vital, fuente de historias variadas de encantos y gentiles, de historias fantásticas ligadas al oro y riqueza. Es muy importante señalar que las pirámides de Túcume no sufrieron las acciones depredadoras que los sitios de la región soportaron, especialmente debido a esta relación entre la comunidad rural y las pirámides de Cerro Purgatorio. Los pobladores locales acudían a excavar el sitio especialmente por el domingo de semana santa, por la creencia en que ese día, que Jesús resucitaba, podían ingresar en el mundo de los muertos y extraer objetos de valor, muchas veces doméstico, como la preferencia por tinajas en buen estado, o por el hallazgo de crisoles o tiza de huaca.
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